/Javier Ortiz Amuriza

24. Una auténtica educación

El sentido bidireccional de una auténtica educación. La importancia de vivirla como un proceso de íntimo aprendizaje. El milagro de la atención para escabullirse de la confusión que genera la propia mente. Meditación y disciplina personal para abrir un espacio en el que la comprensión pueda tener lugar. La expresión como medio para florecer.

 

Desde hace años, desde que nació mi hija Candela en 2002, me vengo interesando por la educación. Quizás un poco antes en 2001, cuando quien más adelante se convirtió en mi Maestro me dio la oportunidad de participar en un curso de autoconocimiento que preparaba. Una formación que más adelante perfeccionó y registró como Método Phi. Él, pedagogo de formación e inquieto por naturaleza, estaba desarrollando un método para el conocimiento de uno mismo, tengo entendido que lo hacía con el ánimo de dar a las personas una oportunidad para discernir si les atraía o no lo espiritual, pues esta era ya entonces su firme vocación, su principal ocupación, su vida.

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Hice el curso y, como me anticipaba, cambió mi vida. No lo hizo como yo hubiera esperado, pero lo hizo. A pesar de que siempre he sido un hombre inquieto y buen estudiante con acceso a formación superior y de post grado, sin duda, el aprendizaje que inicié entonces, los estudios a que me dio acceso, son sin duda, los más valiosos que jamás he realizado. Mejor dicho, iniciado, puesto que hoy, casi veinte años después, sigo perseverando en ello y confío en seguir haciéndolo el resto de mi vida.

Con el nacimiento de mi hija Candela, procuré seguir aprendiendo también por mis propios medios y como explico en el artículo 23. El poder transformador de la atención, descubrir el potencial de la atención resultó muy edificante.

Me acabo de leer “Sobre la educación” de Jiddu Krishnamurti (1895-1986), un hombre, desde mi punto de vista, excepcional. Hasta dónde creo haber comprendido habla de la noción de aprender como algo diferente a la acumulación de conocimientos, de datos. Lo plantea como una vía bidireccional y recíproca entre maestro y alumno, en la que ambos enseñan y aprenden.

Para mí, esto es experiencia pues en el afán de educar a mi hija, he ido descubriendo el modo en el que ella me educa a mí también. Y hoy en día, en que ella ya tiene 18 años, es mayor de edad y universitaria, el aprendizaje que experimento con ella, me resulta más provechoso e inspirador que nunca.

Creo que el autor habla de la oportunidad de favorecer, con la educación, que surjan mentes nuevas y diferentes, mentes que, si en el S XX eran necesarias, considero que hoy en día, en pleno S XXI, son imprescindibles y a juzgar por el curso de los acontecimientos en el planeta, determinantes. Pienso que se refiere a la comunión necesaria entre maestro/a-alumno/a-maestro/a para experimentar juntos la aventura de crecer. Un camino en el que procurar facilitar al alumno la posibilidad de descubrir qué quiere hacer en su vida, en contraposición al sistema de calificaciones que encorsetan y que a día de hoy sigue imperando. Entiendo que habla de evitar dirigir al alumno hacia lo que la sociedad (que hoy, sin duda, está enferma) espera de él o ella. Y menos aún, encaminarlo a lo que la sociedad valora para alcanzar el “éxito”. Evitar la competitividad y alentar el autoconocimiento para descubrir la verdadera vocación, que indudablemente, se puede dar en el caso de ambos. Nunca es tarde y cuanto antes, mejor. Utiliza un ejemplo muy gráfico diciendo que es absurdo intentar educar a una semilla de roble, para que se convierta en un pino. Habla de una genuina Nueva Generación, de permitirles ser diferentes a lo conocido, en aras de una auténtica evolución.

Krishnamurti también habla de la importancia de aprender a identificar el miedo y de cómo actúa en cada uno de nosotros, en cada una de nosotras. Para mí, se trata de algo que considero fundamental, personal e intransferible. Refiere la importancia de vivir en libertad, de manera autónoma e independiente, liberándose de dogmas, religiones y relaciones de dependencia. A este respecto, si bien lo considero muy importante como se puede apreciar en mis escritos 17. Lo justo vs lo injusto – el intento de intentar y 22. Servilismo y libertad y pienso que, en mi caso, como hombre ordinario que soy, del montón, diferente a alguien como el autor, que insisto, considero extraordinario, el sentimiento devocional me resulta una herramienta valiosísima para trascender lo racional y tener acceso a través de la emoción, a un verdadero sentir espiritual.

Krishnamurti hace una gran defensa de la importancia de la meditación. Y a este respecto, desde mi experiencia, el sentir devocional por un ideal, creo que es determinante, tal y como trato de transmitir en mis escritos 18. Sí, creo en Dios, 20. Ponerse al servicio y 23. El poder transformador de la atención entre otros. Ver:  www.javierortizamuriza.com/agora

A lo largo de mi vida, la meditación ha sido vital para aprender a observar el movimiento de la propia mente. Sin embargo, como se desprende de mis escritos, el sentir devocional ha resultado crucial para aprender a desconfiar de ella, de mi propia mente y así dejar un espacio para de darme cuenta de aspectos que hoy considero vitales para, por la gracia de Dios, construir los cimientos de la felicidad que hoy siento, felicidad de la que me siento beneficiario insisto, por la gracia de Dios y a pesar de mí mismo.

Por último, Krishnamurti también habla de la importancia de dejar florecer los apegos, los anhelos, miedos, vergüenzas y deseos. La totalidad de los sentimientos propios. Dejarlos florecer para poder liberarse de ellos y trascenderlos. Yo no alcanzo a comprender a qué se refiere exactamente, aunque intuyo que hace referencia a algo parecido a limpiar caché en lenguaje informático, clear caché en inglés, una suerte de olvidar todo lo aprendido para darnos una nueva oportunidad, la oportunidad de descubrir lo que somos en realidad. Quiero entender que habla de aceptar los propios miedos, deseos y todo tipo de sentimientos en mí y opto por ofrecérselos a Dios.

Por mi historia personal, soy un hombre lleno de deseos insatisfechos, miedos, vergüenza de mí mismo y una profunda culpabilidad. Hoy por hoy, procuro abrir  un espacio mediante la meditación y la repetición del nombre de Dios (Japa) en el intento de darme cuenta de lo que hay en mí y sintiéndome incapaz de gestionarlo por mí mismo, rezo con la intención de poner todo ello a los pies de Ramakrishna y le ruego que me dé luz y fuerza para hacer su voluntad, le pido que me dé lo que yo precise para poder servirle como Él disponga, que me de luz y fuerza para caminar resuelto hacia la virtud, con auténtica humildad, entrega y alegría.

Todo ello forma parte de mi más íntimo sentir y lo pongo sobre la mesa en un nuevo intento de dejarlo florecer en este ejercicio de expresión que hace un tiempo inicié con la escritura de pequeños artículos como este. Comencé haciéndolo con el ánimo de encontrar un medio para compartir con mi hija puesto que llevamos unos años viviendo en ciudades diferentes. Continué cultivándolo para darme la oportunidad de expresarme por respeto a mí mismo y hoy descubro que me ayuda a tomar perspectiva respecto a mí mismo, respecto a mi mente, respecto a mi manera de sentir y sinceramente, desconozco durante cuánto tiempo continuaré haciéndolo.

Gracias.

Ágora

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