/Javier Ortiz Amuriza

38. Creo que tan sólo es posible por la Gracia de Dios.

Un auténtico Maestro. Generosidad y amor verdadero. Hartazgo de uno mismo. Enajenación mental, amor y entrega sincera en las manos de Dios. Desafíos, enseñanzas y aprendizaje personal íntimo y desde la libertad. Dónde hay capitán , gracias a Dios, no manda marinero.

 

Me doy cuenta de la importancia de contar con un auténtico maestro o maestra para recorrer el sendero espiritual. Como ya he explicado en mi anterior artículo 18. Sí, creo en Dios, tengo la gracia de tener como tal a alguien, del todo excepcional.

Para mí, basándome en mi experiencia, un verdadero maestro, un verdadero Gurú, actúa de guía, indicando el camino con infinita paciencia y cariño, como un auténtico amigo. Alguien que es capaz de actuar de una manera rotunda e inmediata en unos casos, o de manera paciente y amorosa, evitando interferir en otros. Creo que se debe a que sabe cómo ofrecer el camino para el aprendizaje, adecuado para cada persona, en función de sus condicionamientos, posibilidades y la energía con la que cuenta en cada momento. Como los buenos docentes, que saben adecuar el nivel de exigencia para cada alumno o alumna, en beneficio único de cada persona. Un verdadero arte y ejercicio de generosidad.

Pienso que el aprendizaje y la enseñanza, son dos caras de una misma moneda. No hay lo uno sin lo otro y creo que se retroalimentan mutuamente como he expresado en el Art. 24. Una auténtica educación. Creo que si bien, quien actúa de enseñante brinda el camino para ello, es el aprendiz quien debe recorrerlo, desde su libertad y por sí mismo o misma.

Creo, además, que en el ámbito espiritual es del todo crucial contar con alguien así, pues en la batalla interior, creo que uno debe desconfiar de su propia mente, que no es su amiga a estos efectos. Algo a lo que hago referencia en mi anterior Art. 23. El poder transformador de la atención.

Vengo dándome cuenta de cómo la actividad de mi mente, mi pensamiento, actúa insistentemente para obstaculizar mi aprendizaje, mi evolución. Por ello, considero crucial contar con un auténtico maestro o maestra. En mi casi, vivo de manera recurrente episodios de enajenación mental que se producen cada vez con más virulencia. Se producen tergiversando emociones, ideas, pensamientos y palabras. Pataleo integral, confianza fingida, miedo irracional, un sentido del humor huidizo, en definitiva, una mente descontrolada.

Paso noches intensas, con muchos sueños, en algunos casos perturbadores y en otras ocasiones me despierto con palabras en la cabeza cuyo significado concreto desconozco. La otra noche me desperté pensando en cuál sería el significado de redención. Lo buque en Google y hallé: En la Iglesia católica, salvación del género humano llevada a cabo por la pasión y muerte de Jesús. También, días antes, durante la celebración de la Semana Santa y durante un Satsang (preguntas y respuestas con el Maestro) me interesé por el significado de la Pasión de Cristro. De la respuesta que obtuve entendí que se trata del conjunto de dolores y penurias padecidos por Cristo por y para la salvación de las personas. En relación a lo que más adelante cuento, unos meses antes, durante la lectura de la vida de Santa Clara, conocí el término de intercesión y cómo ella se entregó a Dios en este sentido, evitando la invasión militar del convento donde vivía.

Así, durante uno de los Satsang a los que asisto pedí que me explicara cómo contempla el Vedanta, lo que en el cristianismo se conoce por redención e intercesión y la relación que ello tiene con el Diksha (Ver Art. 23, El Poder transformador de la atención). Entonces tuve la sensación de que su respuesta fue una suerte de “¿A dónde vas?, Manzanas traigo” pues Él sabe que uno de mis condicionamientos más acusados consiste en buscar confirmación externa de lo que sé y que me cuesta confiar en lo que sé sin obtener antes confirmación externa, debido a traumas infantiles. Me ha planteado distintos retos en este sentido durante los últimos años, e incluso me ha llegado a decir: “confía en lo que sabes”. Así, coincidiendo con días en los que estaba leyendo un libro de Krishnamurti, “La libertad interior”, reflexione mucho acerca de cómo comportarme con libertad. Un reto personal e intransferible. Creo que gozo de una íntima y sincera relación con mi Maestro. Pienso que todos vivimos así nuestra relación con Él, no creo ser especial.

Quiero destacar la capacidad de un Maestro verdadero de brindar enseñanzas a todos. En este sentido, durante un Satsang que viví con gran intensidad se produjo algo singular. Tras días intensos durante los que me sentí profundamente harto de mí mismo, cansado de mi “parloteo mental”, abrumado por noches intensas de sensaciones ininteligibles para mí, Swamiji, dirigiéndose a mí, expreso una serie de avisos que yo sentí que no eran para mí. Me “acuso” de orgulloso, de no haber entendido nada del trabajo de autoconocimiento realizado durante años y de actuar desde el “pobrecito”. Aunque con mucha inseguridad y con lágrimas en los ojos, me enfrenté a Él manifestando que me sentía harto de mí mismo, que “¿cómo iba yo a sentirme orgulloso de mí?, le espetaba: Ud. ¿Me ha visto?, ¿orgulloso de qué?, si no me soporto, ¿hacerme la víctima?, si durante los últimos quince años de enfermedad, necesitando, pidiendo y aceptando ayuda para todo y de todos, jamás he dejado de ser un hombre feliz.

Pienso que, aunque se dirigía a mí, no eran palabras para mí si no para otra de las personas presentes. Creo que con todo ello brindó una oportunidad de aprendizaje a distintas personas presentes, poniendo sobre la mesa aspectos que unos u otros podían identificar en sí mismo y brindándome a mí la oportunidad de creer en lo que sé, sin espera a que nadie me lo confirme desde el exterior. Swamiji, siempre aboga por la independencia y libertad de cada uno y se esfuerza en evitar la dependencia de los otros.

Yo me centré en sacar un aprendizaje para mí, tal y como procuro habitualmente, esforzándome, hasta dónde soy capaz en cada ocasión, en evitar intentar cambiar a los otros. En la meditación posterior se me rebeló con claridad y expresamente le manifesté mi gratitud a lo que me contestó con un ruido de desaprobación. Intenté no darle importancia.

Movido por estos pensamientos y preocupado por alguien muy próximo, por la noche, durante mis oraciones recé: Señor, si en mi práctica hubiera algo de tu consideración, Te ruego lo aceptes como ofrenda y ayudes a (la persona a la que me he referido). Me dormí y al de unas horas me desperté con fuertes dolores por todo el cuerpo. Posiblemente, por lo que me conozco, se trate de autosugestión, sólo el tiempo me lo dirá.

Recientemente, he visto la película “Los Archivos del Pentágono” en la que el arrojo, intrepidez, el amor por la verdad  e integridad de la protagonista me inspiraron para la oración a la que me he referido, no sé sí por osadía o inconsciencia, así como en la escritura de este artículo.

Más allá de mis miserias y dificultades, creo sinceramente que la realización de la Verdad sólo es posible por la Gracia de Dios. Considero que el esfuerzo personal puede, quizás, servir para abrir un espacio en que Ésta se dé, o no.

Creo que los asuntos del Señor, son eso, asuntos del Señor. Donde hay capitán no manda marinero, como dice el sabio refranero español.

Tal y como vengo aprendiendo de mi Maestro, este tipo de aprendizajes son “patrimonio de la humanidad”. No soy quien, para calificar mi experiencia como tal, de hecho, mi más íntimo y sincero anhelo es continuar desarrollado la capacidad de atención para seguir corrigiéndome y que Dios me libre de alimentar ningún otro pensamiento. Sin embargo, en honor de Swamijí quiero, ofrecer mis experiencias a quien lo desee y ya que toco diferentes aspectos a lo largo de todos mis artículos, todos están disponibles en la sección Ágora de mi página web www.javierortizamuriza.com , sin perjuicio de que algún día me decida a publicarlos en medios tradicionales si pudiera llegar a resultar conveniente.

Gracias.

Ágora

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