Por Javier Ortiz Amuriza
Marzo de 2025
Impunidad de la mentira envenenando el discurso político y social. Democracia, valor fundamental. Servicio público, y oportunidades del mundo digital. Participación ciudadana. Arrojo, gallardía y la fuerza de la feminidad y sensibilidad que existe en todas las personas.
Insisto en recalcar la condición de mi salud porque creo que esta me otorga una perspectiva, no voy a decir más objetiva, pero sí creo que más meditada. Son muchas las horas que paso en soledad reflexionando por la condición de mi salud.
Padezco una discapacidad del 39% con movilidad reducida por esclerosis múltiple desde hace ya veinte años. Se trata de una enfermedad que viene acompañada de constantes frustraciones de manera permanente. Una y otra vez y vuelta a empezar. Vengo cultivando la habilidad de zafarme de ellas y escapar de la infelicidad a la que las mismas podrían abocarme. No es fácil y no siempre lo consigo.
Sistemáticamente hay momentos de bajón, horas bajas que como digo, llegan inexorable y sistemáticamente. Se trata de momentos en los que siento que todo está perdido, momentos en que mis temores se multiplican, en los que el derrotismo parece instalarse de un modo definitivo. Miedo a la dependencia física, miedo a la dependencia económica, miedo a no encontrar nunca más una compañera a la que poder amar, miedo a quedarme cautivo de una mente disparada y fuera de control, prisionero de un cuerpo que me traiciona de modo sistemático y me asedia con dolor y frustración.
Creo sinceramente que zafarse de los pensamientos propios, sobre todo cuando son así de negativos, es la clave para alcanzar la felicidad. Y creo sinceramente que esto es así, no solo para mí, por la condición de mi salud, sino para la mayoría las personas.
Creo, que todavía a día de hoy, la manera de ver la salud mental resulta obsoleta y alejada de la realidad. Creo que la salud mental, es decir a mi modo de entender, la capacidad de discernir con equilibrio entre los pensamientos propios que bombardean la mente de todos y todas zafándose de la neurosis normalizada en nuestra sociedad, no constituye necesariamente una patología, pero sí una responsabilidad íntima de todas las personas por y para la cordura.
Considero que la realidad sociopolítica actual lo pone de manifiesto. La escalada armamentística que se está produciendo en todas partes me parece una mirada si no carente de perspectiva histórica, sí totalmente obtusa y destructiva. La escalada armamentística que se está produciendo en el mundo lo pone, también, de manifiesto. No entro a valorar las decisiones que toman cada uno de los países pues se trata de circunstancias particulares que en cada caso pudieran encontrar una justificación para ello, pero sí creo que dice muy poco de la humanidad cuando, avanzado el siglo XXI, las guerras, el hambre y la desigualdad parecen instalarse de forma definitiva. Me niego a pensar que así sea.
Observo atónito como se instaura la impunidad de la mentira en el discurso político y digital y como este hecho tergiversa, manipula, dificulta y emponzoña la comunicación social y un entendimiento diverso, inclusivo y constructivo.
Me entristece profundamente los comportamientos que hacen una interpretación equivocada del servicio público. Quizás cierto grado de exigencia de algunos agentes, quizás una interpretación interesada que choca frontalmente con el verdadero espíritu de un servicio público digno.
Anoche tuve la oportunidad de ver en televisión diferentes debates acerca de la realidad sociopolítica mundial. Putin y su invasión, Trump y sus despropósitos y el resurgimiento por todo el mundo de movimientos radicales próximos al fascismo más indecente.
Agradecido por las explicaciones de unas y otras personas en los diferentes debates y consternado por el pesimismo de otras, tuve la oportunidad de ver también unas entrevistas realizadas en televisión a Manuela Carmena y Cristina Almeida.
La primera hablaba con enorme serenidad y con la integridad que otorga el conocimiento de causa, de la importancia de defender la democracia por encima de todo. Hablaba de desarrollar la democracia, de encontrar maneras positivas y edificantes para conseguir implicar a la ciudadanía de una forma activa en la defensa de la democracia. Hablaba de buscar modos para que la participación ciudadana pueda alentar, promover y garantizar la cordura en la política y en el papel que el país ha de jugar en la realidad geopolítica y social actual. Me emocionaba al escucharla pues comparto absolutamente su mirada tal y como ya ha expresado en diferentes artículos en los que además expreso que considero que el estado actual de la tecnología es decir que el mundo digital podría ser el instrumento para ello.
La segunda transmitía la misma idea con otras palabras y en referencia a unos u otros asuntos. Hablaba del enorme valor del tesoro de la democracia y de la responsabilidad de toda la ciudadanía y las clases políticas principalmente, de protegerla y desarrollarla, profundizando en las posibilidades que ofrece una tecnología como la que existe hoy en día.
Reflexionando acerca de estas mujeres y sus mensajes, recordaba que recientemente he visto una serie de televisión que creo que se titulaba Las abogadas y que creo que era una historia real o basada en hechos reales, en la que contaba la historia de cuatro mujeres en la Facultad de Derecho durante el franquismo. Mostraba claramente la sensibilidad que aporta una mirada femenina, así como el compromiso, valentía y la audacia tan frecuente entre las mujeres.
Tras tres meses sin escribir ningún artículo pues he estado y lidiando con la condición de mi salud y además he comenzado a escribir un libro, me he decidido en vísperas del ocho de marzo día de la Mujer, conmemoración tan merecida, a escribir este artículo en homenaje a la cordura, espíritu constructivo e inclusivo, a la ternura compasiva, en definitiva a la mujer.
