/Javier Ortiz Amuriza

7. Covid-19 – Declaración de PANDEMIA

Crisis sanitaria mundial: disposición y compromiso de los diferentes agentes sociales y políticos en una situación de crisis global. La sociedad civil, profesionales, funcionarios y empresa privada se vuelcan con creatividad en tratar de paliar las deficiencias de una gestión pública sin presupuesto ni prioridad por lo importante.

 

Ya está aquí. Sea de forma tardía o comunicado en tiempo y forma por la OMS, la realidad es que ya está aquí. Una situación totalmente nueva para todos. Algo que a todos nos ha pillado con “los pantalones bajados”. La humanidad está en entredicho.

Los países del llamado primer mundo, acostumbrados a que las grandes catástrofes, tragedias y desequilibrios se produzcan lejos, a muchos kilómetros de distancia, “se tientan las ropas” ahora. El Covid-19 se acerca.

Una situación inesperada que de una u otra manera nos pone a todos a prueba. Resulta sorprendente comprobar cómo en unos y otros niveles, el miedo, la incertidumbre y el vértigo que conlleva la pérdida de control, nos saca a todos de nuestras casillas. De un golpe nos damos cuenta de nuestra vulnerabilidad, de nuestra interdependencia.

Sin embargo, hay algo que me llama profundamente la atención. Las clases políticas, hombres y mujeres elegidos por todos para el gobierno de la nación, para la defensa del Interés General, se enzarzan en discusiones superfluas que denotan más preocupación por la posición de cada cual en la escalada política, que una verdadera ocupación en salvaguardar el interés General, en este caso la salud pública. Los hechos se van sucediendo y su observación de los mismos permite apreciar un espíritu de sacrificio, trabajo, generosidad y compromiso en la sociedad civil que sin buscarlo, pone en cuestión el comportamiento de las clases políticas.

De una forma eficaz, expeditiva y constructiva se pone en marcha la sociedad civil. Una sociedad civil compuesta de particulares, autónomos y profesionales que pronto comienza a recibir la ayuda de empresas privadas. Estas últimas, a un ritmo desigual y qué duda cabe con capacidades de actuación diferentes.

Todo ello me hace pensar que es preciso y deseable que la sociedad civil, organizada para ello y dotada de los medios que lo hagan posible, podría jugar un papel crucial, de control permanente de la clase política, de los gobiernos nacionales y autonómicos.

Una posibilidad que, sin duda, el desarrollo de la técnica y los medios disponibles para la gestión de la información, a día de hoy es posible. Sólo hace falta voluntad política, una voluntad que considero puede ser estimulada desde la acción civil sí se le dota con los medios adecuados.

Ágora

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