Hay personas extraordinarias y luego estamos la gran mayoría. Aprendizaje y atención, anécdotas de mi experiencia. Meditación pausada sin codicia y mucha tranquilidad. Dejarse ser y disfrutar de la experiencia. La importancia de la humildad en una búsqueda íntima y sincera para que sea realmente auténtica.
Acabo de terminar un libro maravilloso: “Vedanta: Voz de Libertad”, escrito por Swami Vivekananda (1863-1902). Un hombre extraordinario donde los haya. Alguien que dedicó su vida a la búsqueda de la Verdad. Discípulo de Ramakrishna, mi ideal, y vocero de la sabiduría del Vedanta en occidente.
Con sus enseñanzas me ocurre algo parecido a lo que en artículos anteriores he comentado acerca de Jiddu Khrsinamurti (1895-1986). Ambos hacen un llamamiento al ejercicio de libertad propia en el proceso íntimo de aprendizaje. De maneras diferentes, pero creo que muy relacionadas, abogan por hacerse cargo del propio aprendizaje y evitar caer en dependencias de unos u otros. Hablan de espiritualidad, en oposición a una “religiosidad” de carácter servil y dependiente. Hablan de la perfección potencial de todas las personas y alientan a que cada cual encuentre su propio camino.
Pienso que se trata en ambos casos, de personas extraordinarias y que sus enseñanzas, del todo provechosas, son de un altísimo nivel y yo, a sabiendas de que tan sólo soy un hombre ordinario, quizás me resulte más conveniente ser prudente y no echar “las campanas al vuelo”.
En anteriores artículos, hablo de mis experiencias, de mi aprendizaje y del modo en el que voy intentando aprender. Comparto con ellos, como ya he comentado en anteriores artículos, que cada persona es responsable de su crecimiento, pero también hablo de la importancia de un guía, maestro o maestra, pues sinceramente considero que el autoengaño y la propia mente son enemigos a los que hay que tener muy vigilados en el proceso personal de aprendizaje y para ello considero preciso contar con ayuda de todo tipo. Al menos, así lo he escogido para mí.
También creo que todas las personas pueden y deben encontrar su propio camino. Algo de lo que hablo en mi artículo anterior Art. 40. Energía y humildad. Sin embargo, siento mucho respeto por los peligros que nuestro propio pensamiento supone, pues en general, no estamos preparados y habitualmente tenemos un concepto de nosotros mismos que no se corresponde con la realidad.
Por ejemplo, ambos autores hablan de la meditación. Parar el pensamiento y desarrollar un estado de atención que nos permita darnos cuenta. En mi caso son ya muchos años los que llevo practicando meditación. Tanto una meditación formal, como la práctica de japa. En todo este tiempo, lo que puedo decir es que para mí inicialmente, meditar consistía en aburrirme con cierta dignidad.
Mi Maestro, en adelante Swamiji, define la meditación del siguiente modo o algo parecido: “proceso por el cual darse cuenta de la profunda desatención que la mente proyecta sobre la realidad”. Como decía, para mí en un principio, aburrirme con la mayor dignidad que me era posible. Posteriormente, aprendí de Swamiji un truco muy bueno: “centra tu atención en la imagen de Ramakishna y en la repetición del mantra. Date cuenta de cómo los pensamientos surgen. Déjalos pasar, como si se tratara de anuncios publicitarios que vas viendo en la carretera cuando conduces. Los ves, te das cuenta, pero los dejas pasar sin quedarte pasmado en ellos y devuelves tu atención a la carretera”. Ver: Art.23. El poder transformador de la atención.
Con los años me viene resultando de gran ayuda, abrirme a percibir, darme cuenta de lo que ocurre a mi alrededor. Darme cuenta de los sonidos y la actividad, si la hubiere, sin darle mayor importancia. En Valencia, en el Varanashi Asram primero y ahora en Campus Phi, estando en capilla en meditación, me doy cuenta que prestar atención al cantar de los pájaros, y otros sonidos de la naturaleza, como el viento o la lluvia, me ayuda, me embelesa y me permite, no sé si parar el pensamiento, pero creo que me facilita no ir detrás de cada pensamiento como un loco. Incluso, en ocasiones, siento cierta inspiración para resolver asuntos que me preocupan o que tengo entre manos, a nivel personal o profesional.
Swamiji, siempre ha dicho que las meditaciones que resultan más duras, las mas tediosas, son las mejores. No lo entendía, pero vengo dándome cuenta de que posiblemente sea porque, al fin y al cabo, se trata de doblegar al ego, doblegar a la propia mente y su identificación con el cuerpo y su propia actividad mental. Doblegarla en el afán de permitirnos ser lo que en realidad somos: el alma, el atman, la presencia de Dios en cada persona, nuestra parte alícuota de la realidad que conforma el Uno.
