septiembre 23, 2024
/Javier Ortiz Amuriza

108. Hermandad, migración, crecimiento y sentido común.

Por Javier Ortiz Amuriza

Septiembre de 2024

 

Miradas obtusas. Miedo, egoísmo y “sálvese quien pueda”. No tiene gracia, es muy serio. Hermandad y cordura. Planteamientos reaccionarios que surgen de nuestros más bajos instintos. Revisar nuestros planteamiento y sostener un espíritu humano.

 

De nuevo siento a la necesidad de expresar mi más absoluta e indignación acerca de cómo están las cosas por todo el mundo. Iniciativas obtusas disfrazadas de nacionalismos proteccionistas que surgen por todas partes y que desgraciadamente son apoyadas por muchos electores, si a dos electores diría yo.

Desde realidades que pudieran parecer cómicas, aunque son dramáticas, como es la enorme popularidad de Trump en los Estados Unidos, o realidades alarmantes como son los resultados obtenidos en Alemania por la extrema derecha que han sido los mejores desde la Segunda Guerra Mundial. Comportamientos como el de Israel en Gaza utilizando todo tipo de artimañas para acabar con los gazaties, así como los más retadores bombardeos en el Líbano, que ponen en peligro la paz en toda la región.

Populismos como el de Javier Miley en Argentina que accede al poder haciendo palanca sobre el miedo, el egoísmo y la mediocridad de las personas debería ser sometido a examen por cada uno de nosotros.

Verdaderos actos de traición a un espíritu constructivo como el que encarna, según mi opinión, el comportamiento de Maduro en las elecciones, supuestamente democráticas, en Venezuela. actos de traición porque creo que con ello verdaderos comportamientos comprometidos con la igualdad como el de Chávez en este mismo país. Lo de Maduro, pues yo no lo sé, pero huele a apego al poder tal y como ocurre en Cuba con Díaz Canel. Chávez en Venezuela como Lula da Silva en Brasil representan algo muy diferente

Al mismo tiempo sigo viendo en nuestro país como las derechas se afanan en desdibujar, en falsear cualquier acto del gobierno de coalición sin importarles las consecuencias que yo tiene. Por conseguir destituir al gobierno de su posición.

Por otro lado, tenemos el drama de la migración manipulada. No olvidemos, como escuché recientemente a un político vasco muy admirado por mí y cuyo nombre voy a obviar para evitar el prejuicio, la realidad es que además de que siempre han existido los movimientos migratorios para vehicular las necesidades de unos y otros pueblos en momentos de conflicto o de escasez.

La inmigración es la otra cara de la migración. Aceptar e incluso apoyar movimientos migratorios creo que es deseable en un comportamiento humano que considere que hay personas en otros lugares del mundo, que lo pasan francamente mal, que viven en peligro de muerte y que arriesgan sus vidas para salvarse. Considero que aceptar, regular y facilitar la inmigración forma parte de un comportamiento digno de los países sobre un sentimiento de hermandad en el mundo. Creo que permitir que se produzcan de un modo permanente situaciones como las que vemos en la televisión cada día.

Verdaderos dramas humanos en el mar, botines por desesperación en los aeropuertos y tantas otras realidades creo que son la prueba suficiente de que los más afortunados reaccionemos facilitando actuaciones basadas en el sentido común. Recientemente he visto una película que lo describe fenomenal y cuyo visionado recomiendo: El Salto.

Creo también que es un esfuerzo que deberíamos hacer entre todos independientemente de que unas regiones estén más expuestas que otras. Es una responsabilidad de país, es una responsabilidad humana

Para terminar, quisiera denunciar la realidad aplastante constatada por la que los súper ricos aumentan vertiginosamente mientras que la inmensa mayoría de los hogares se sostienen con salarios precarios. Las diferencias salariales entre hombres y mujeres así como entre directivos, mandos intermedios y personal de campo considero que son no solo alarmantes sino también obscenos.

Recordemos que los llamados superricos son aquellas personas que cuentan con tanto dinero que no serían capaces de gastarlo ni en varias generaciones. Es decir un dinero que la única utilidad que proporciona es la de sentirse más que los demás para unos pocos y que no generan una utilidad directa a nadie. Una realidad que solo se puede solucionar de una manera, mediante una presión impositiva racional y con sentido común, que no permita que esto se produzca.

Creo que, si quisiéramos edificar un mundo en el que la hermandad, la justicia y el sentido común constituyeran los cimientos para lograr una cordura global deberíamos revisar nuestros planteamientos.

Vivimos en un sistema económico sustentado sobre la idea de crecimiento que quizás algún día, fuéramos capaces de acabar con la desigualdad y todas las personas del planeta alcanzaran una vida digna sería cuestionable. Sin embargo, hoy en día la economía mundial se basa sobre la idea de crecimiento y por ello me resulta obtuso ver como continuamos expoliando a los países pobres en favor de los más ricos y ver como los más ricos se blindan ante la entrada de inmigrantes.

Hace un tiempo escuché en una entrevista en televisión, creo que fue en la Sexta, en Salvados al, siempre por mí admirado Pepe Mujica. Comentaba, ruego se ponga en cuestión mi modo de explicarlo pues hablo de memoria, como era imprescindible que los países ricos, para mantener su senda de crecimiento necesitaban ir a los países del llamado Tercer Mundo y de cómo él consideraba que esto es una verdadera oportunidad para la fraternidad siempre que esos «desembarcos» se produzcan con sentido común por y para el beneficio de todos los países.

Ágora

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