Por Javier Ortiz Amuriza
Agosto de 2024
Sentido del humor, espíritu inclusivo y buen corazón. Siempre hay alguien que lo está pasando peor que uno mismo y que aún, así aprende a disfrutar de la vida. Cuidado con menospreciarlo, ningunearlo o darlo por perdido. Todo el mundo puede ayudar tratando con normalidad a las personas con dificultades. Regalándoles la oportunidad de sentirse a la altura. Altura a la que siempre estuvieron.
El otro día fui al cine. Lo hice después de mucho tiempo sin ir porque mis condicionamientos físicos lo hacen incómodo (necesito orinar con frecuencia) ya pesar de que siempre me ha gustado. Lo hice por sugerencia del hijo, de veinte años de unos buenos amigos. Gente sencilla, cariñosa y muy inteligente con quienes, los últimos años, me vengo relacionando tras décadas de distancia geográfica. Tengo amistad con la madre desde hace muchos años, pero llevábamos muchísimo tiempo sin vernos pues nuestras vidas habían seguido senderos dispares. Cuando nos encontramos en la calle, ambos reaccionamos con mucha alegría por habernos visto y desde ese momento compartimos momentos esporádicamente.
Uno de los sus hijos, tiene una gran afición por la música y las artes marciales, algo que nos brinda temas para compartir. Así lo venimos haciendo, en la medida en la que la condición de mi salud nos lo permite, pues por los altibajos físicos y anímicos que yo padezco fallo en muchas ocasiones. Como he dicho, se trata de un chico de veinte años. Un chaval lleno de virtudes y talentos. Es un tío apuesto, alto, que toca muy bien la guitarra y compone sus propias canciones con gran sensibilidad. Pero lo que más me gusta de él, es que conserva la inocencia de un niño. Conserva esa inocencia que muchas personas pierden a lo largo de la juventud.
No tiene un pelo de tonto, no digo que sea inocente en ese sentido, en absoluto, sino que conserva esa pureza que hay en todos los niños. Yo siempre le digo que nunca la pierda. Este chico, cuyo nombre prefiero obviar, estudia artes marciales desde hace años. Lleva tiempo estudiando kung fu y recientemente ha empezado también a aprender boxeo.
Esto es algo que nos une puesto que yo también estudié artes marciales durante muchos años. Estudié brevemente Judo, Full Contact y Aikido así como durante casi toda mi vida, karate, disciplina en la que llegue a la categoría de cinturón negro primer Dan.
Ver Art. 86. Reinventando mi afición por el deporte y las artes marciales.
El otro día al salir del cine, me propuso ir a su casa a tomar un café para ver a sus padres. La idea me encantó así que compramos unos dulces y fuimos para allá. Él con la energía propia de su edad enseguida sacó dos pares de guantes de boxeo y me retó. Yo acepté el reto con la condición de que lo hiciéramos estando sentados, pues yo de pie no soy capaz de mantener el equilibrio. Sin embargo, me alegró comprobar que aún mantengo una parte de mi destreza de combate. Algo de lo que él también se dio cuenta, pues recibió más que yo. Realmente esto no es justo ya que él se controla para no hacerme daño como tullido que soy. Pero bueno yo a él no se lo digo, le doy tantos capones como puedo y le digo: Jo tío me agotas.
Finalmente me quedé a cenar en su casa donde me agasajaron y trataron con enorme cariño. Es un hogar en el que siempre me siento muy a gusto pues como digo se trata de un hogar sencillo que rebosa buen corazón.
Volviendo a la película que fuimos a ver y que da título a este artículo, una película protagonizada por Dani Rovira y con la participación de El Langui. Me gustó porque, a pesar de que el protagonista finge una discapacidad para conseguir un trabajo, muestra con claridad que detrás de cada cuerpo tullido por unos u otros motivos, hay una persona con sensibilidad, anhelos y capacidades.
En mi caso, como ya he dicho en muchos artículos, padezco una discapacidad del 39% con movilidad reducida. Me daba cuenta al ver la película, que las discapacidades son tan variadas como diversas las personas que las padecen. En la película hablan de la potencia sexual de los discapacitados, algo que para mí es una quimera pues en mi caso padezco disfunción eréctil severa. Mi gozo en un pozo.
Sin embargo, aunque tengo muchas dificultades para desplazarme, puedo hacerlo con más facilidad de lo que puede hacerlo alguien como El Langui. Sí que resulto gracioso en mis movimientos por la torpeza de estos, pero puedo caminar con cierta normalidad. Sin embargo, el cuerpo me tiembla constantemente y cuando estoy de pie las piernas me pueden fallar. Me la juego constantemente.
Creo que la película muestra claramente la influencia del Langui, alguien con un fuerte espíritu que sistemáticamente trasciende sus limitaciones. Considero que es una bonita manera, una manera divertida de dar visibilidad a un numeroso grupo de personas que padecen circunstancias más o menos parecidas. Lo hace con humor, buen corazón y espíritu inclusivo. Un fuerte aplauso para el Langui así como para Dani Rovira que aprendió a desplazarse exactamente igual que él.
En el intento de hacer un llamamiento a la sociedad actual decir que creo que un espíritu inclusivo como el que se desprende de la película, es necesario para tiempos complicados. Tiempos en los que, a mi modo de entender, es necesario un espíritu de solidaridad que de soporte a planteamientos inclusivos en lo político y en lo social. Siempre hay alguien que lo está pasando peor que tú y que merece toda consideración, apoyo y aliento.
