Por Javier Ortiz Amuriza
Junio de 2024
Para combatir la enajenación normalizada, introspección, conocerse a uno mismo y discernimiento por y para un porvenir justo y sostenible. Limitaciones y aprendizaje: mi experiencia personal.
El mundo está loco. En diferentes artículos vengo expresando mi opinión personal sobre muy diferentes aspectos. Aspectos de la política nacional e internacional, aspectos acerca de la sociedad y de las instituciones, aspectos de ámbito profesional y también personal e íntimo.
Básicamente considero que hoy en día, en un mundo convulso cuya sostenibilidad está en entredicho, escasean las personas que prioricen lo correcto. Me refiero a hacer lo correcto para todo y todas las personas. Algo que considero que habitualmente pasa por saber escoger lo difícil y escabullirse de caer en las garras de lo fácil, de lo que a mí me interesa. Ocuparse de los más débiles y necesitados. Procurar actuar con justicia y equidad, ser amable, moderado y educado.
Creo que esto ocurre porque escasea el discernimiento y abunda el egoísmo ciego. Caemos con facilidad en un egoísmo más o menos consciente. Creo que es algo que puede ir desde el yomemiconmigolomío más grosero, hasta el más sutil ande yo caliente ríase la gente.
En general, todo el mundo cree tener la razón y el derecho a pasar con esta, su razón, por encima de lo que sea y de quien sea. Percibo una falta de hermandad, compromiso con el bien común, compasión y cordura en el discernimiento. Pienso que los más privilegiados se afanan en conservar y aumentar sus privilegios como sea y a costa de quien sea. Percibo, en diferentes estratos de la sociedad, una tendencia a creer que se sabe más que los demás. Creo que sería importante, crucial, desarrollar la capacidad de discernir sin juzgar y mucho menos condenar.
Con los más privilegiados me refiero a los que lo son económicamente, a los que lo son por gozar de prestigio, merecido o no, e incluso a los que lo son por el mero hecho de contar con una salud o características físicas más apreciadas que las de los demás. Discernir con moderación y sentido de justicia requiere un mínimo conocimiento de uno mismo. Conocer los condicionamientos de cada quien y saber identificar cómo estos manipulan su pensamiento. Aprender a cuestionar los pensamientos propios, es decir, aprender a identificar los condicionamientos propios y escabullirse de ellos. Creo que esto requiere de cierto grado de humildad y de la firme voluntad de aprender, de mejorar.
No hay nadie que esté siempre en lo correcto, todos nos equivocamos en una u otra ocasión. En ocasiones para darse cuenta de esto hay que pasar malos tragos y no tendría por qué ser así. La vida puede ser implacable y lo digo por experiencia propia como explicaré más adelante.
Creo que en lo político y lo social, a día de hoy, abundan excesivamente planteamientos que o bien se consideran dueños exclusivos de la verdad, o bien constituyen auténticos casos de enajenación mental. Considero que un poco más de humildad en los diferentes planteamientos, que permitiese acercamientos entre los diferentes sectores de la sociedad para alcanzar un acuerdo en pro del bien común, resultaría indispensable.
En el ámbito personal puedo decir que, siendo un adolescente, durante mi estancia en el internado en el que cursé BUP y COU, tomé una decisión que me ha sido de gran ayuda durante toda mi vida: a las amistades no se las juzga, se las conoce.
Con esta máxima he caminado durante toda mi vida y lo cierto es que, a día de hoy, con cincuenta y cuatro años, atesoro numerosas amistades. Conservo amigos de la más tierna infancia, también muchísimos amigos de la niñez en mi tierra natal, amigos de mí pueblo, también y gracias a mi estancia en el internado, amigos por toda la geografía española. Amistades de mi juventud en la universidad, amigos de todo tipo y condición pues estudié primaria en una escuela pública, secundaria en un internado privado de élite y me licencié por la Universidad Complutense habiendo cursado los estudios en un colegio privado adscrito a la misma.
Después en el ámbito profesional he gozado del privilegio de tratar con profesionales de distinta índole, de distintos lugares y especialidades. Con todas las personas que he tratado, de una u otra manera, surgió siempre una relación de amistad que a día de hoy perdura.
En un ámbito más íntimo puedo decir que conservo amistad con todas las mujeres importantes de mi vida. Idoia mi primer amor, Bibiana mi amor de la Universidad y Begoña, la mujer que fue mi esposa y madre de mi hija. En el ámbito familiar tengo una buena relación con todos mis hermanos y siempre he tenido una comunicación sincera con todos ellos.
En todos estos ámbitos quizás haya pecado de una contundente y sincera asertividad. No todo el mundo quiere escuchar según qué cosas o bien yo me equivoco más de lo que pienso, o las dos cosas. Creo que siempre fui una persona razonablemente equilibrada, aunque quizás hubiera orgullo en mí. Sin embargo, la vida ha sabido trabajar mi personalidad en este sentido. Cuando te haces tus necesidades en los pantalones y precisas de ayuda para casi todo, desarrollar la humildad deviene necesario.
Como suelo decir, no soy más que un pobre hombre confinado en un cuerpo asediado por la Esclerosis Múltiple. Dolor permanente en todo el cuerpo, cansancio crónico y sentido del equilibrio dañado, camino con la ayuda de un bastón y es un espectáculo verme en mis desplazamientos. Calambres constantes por todo el cuerpo y latigazos ocasionales que me hacen sentir una profunda vulnerabilidad. Soy como un viejecito. Me agota y aturulla el ruido, la multitud y cansancio crónico. Todos estos síntomas me hacen vivir en un profundo estrés permanente. Sin embargo, procuro sonreír, soy un hombre feliz y nunca he dejado de serlo.
Me apoyo mucho en el sentido del humor. En primer lugar, he aprendido a reírme de mí mismo y tengo muchos motivos para ello porque de verdad, mi desempeño físico es un auténtico despropósito. Las cosas se me caen constantemente de las manos, me tiembla el pulso y las rodillas cuando permanezco de pie y mi cuerpo en general es incapaz de seguirme. Por no hablar de que si no pongo mucha atención me hago mis necesidades en los pantalones, vamos un tesorito. Fumo cigarros de liar mezclados con un poco de CBD pues me ayuda con el dolor. Cuando me hago los cigarrillos el espectáculo está asegurado. Dos de cada tres veces se me cae todo al suelo, pero he ingeniado la manera de recuperarlo todo y volver a intentarlo. Cuando manejo los cubiertos en las comidas el espectáculo está servido. Cojo el vaso con las dos manos para poder beber evitando que el tembleque de mis manos me ponga perdido a mí o a otros. Los desatinos son constantes en mi vida.
Como he mencionado, procuro gestionar todo esto con sentido del humor. Cuando estoy solo me parto de risa y ya también cuando estoy acompañado. Trato de quitar importancia a lo que me ocurre diciendo tonterías. Cuando haciendo cualquier cosa me doy cuenta de mis limitaciones exclamo: me faltan manos y me sobran pies y casi siempre ando con el culo del revés. Acostumbrado a esto tengo la tendencia a hacer bromas también con las personas que me rodean. Me voy dando cuenta que he de ser muy cuidadoso con esto, pues hay quien no entiende la broma y se siente ofendido. Procuro corregirme tan pronto como me doy cuenta de que resulto molesto.
Con mi condición física quitarme de en medio se ha convertido en algo habitual pues por la torpeza de mis movimientos, en muchas ocasiones, molesto. Esta condición me obliga a pedir ayuda para unas u otras cosas constantemente. Procuro hacerlo con educación y dulzura y ser agradecido con quien me brinda la ayuda que en cada momento preciso.
Además, padezco disfunción eréctil. Algo que realmente no supone un problema grave puesto que llevo prácticamente dos décadas sin tener encuentros carnales. Es algo que me pesa pues siempre he deseado tener una compañera, pero bueno, una frustración más de la que sacar partido. Me consuelo, una vez más, con sentido del humor diciéndome a mí mismo: Total si da igual p´a caga´la…
Sí desde hace casi veinte años, por los motivos que he mencionado, la frustración se ha convertido en una compañera de la que no puedo liberarme. He aprendido a profundizar en la frustración y tratar de sacar partido de ella. Cuando estaba criando a mi hija pequeña y ella contaba con cuatro años de edad, aprendí acerca de la importancia de marcar límites a los niños de esa edad, así como la importancia de enseñarles a aceptar la frustración, es decir, aceptar que no siempre pueden hacer lo que quieren.
Pues en mi caso ocurre lo mismo, mis constantes frustraciones me brindan la oportunidad de explorar modos de contentarme y vivir una vida plena. Acepto la frustración, pero no me considero un hombre frustrado. Me considero un hombre feliz y afortunado e intento siempre aprender de unas y otras frustraciones que la vida me va a presentando. No es fácil, pero para nadie la vida es fácil. Me doy cuenta de que la sociedad en general y sobre todo lo más privilegiados carecen de la capacidad de aceptar y capitalizar sus frustraciones.
He dicho que considero que la vida puede ser implacable y que hablo por experiencia propia. Me explico: mi vida cambió en cuestión de cuarenta y ocho horas, de golpe y sin preaviso. Sí, habiendo cambiado de trabajo y de ciudad, cuando apenas estaba deshaciendo las maletas, quien fuera mi mujer decidió dejarme cuando yo aún seguía enamorado. Al mismo tiempo padecí el primer brote de Esclerosis Múltiple, aunque ya antes la enfermedad se había manifestado de diferentes modos y asumí la custodia compartida de mi hija cuando tenía cuatro años.
Por mi experiencia vital creo sinceramente que el discernimiento personal, para que sea justo y equilibrado, debe de cultivarse con determinación. Creo que para ello es fundamental contar con la ayuda de un psicólogo o psicóloga. Alguien que te muestre las herramientas para discernir sobre ti mismo. Alguien que te enseñe a utilizarlas y con quien compartir el proceso. Creo que la verdadera terapia se la hace cada quien a sí mismo pero una ayuda terapéutica puede resultar determinante para aprender a identificar los condicionamientos menos sanos de cada uno.
En mi caso, desde muy joven, recién salido de la Universidad, comencé a acudir a psicólogos para tratar de abrirme paso en unos y otros aspectos de mi vida. Durante toda mi vida he acudido a psicólogos hasta día de hoy. Con ellos he conocido herramientas para conocerme a mí mismo y he ido aprendiendo a utilizarlas. A día de hoy continúo en mi empeño.
Durante los últimos meses y tras haber pasado un periodo de dificultad económica habiendo sido víctima de una estafa con BITCOIN´s y por recomendación de mi médico de cabecera, pues la situación me estaba afectando físicamente, he estado acudiendo también a un psiquiatra y recibiendo la medicación que me prescribía. La semana pasada me dio el alta, aunque sigo tomando litio durante un tiempo, siguiendo sus indicaciones. Estoy a la espera de recibir la llamada de un psicólogo para continuar el trabajo. Me he decidido a escribir este artículo, no sólo con la intención de compartir una vez más mi parecer acerca de la situación mundial sino quizás también para que sirva de briefing con el nuevo psicólogo o psicóloga. No es algo nuevo para mí, llevo toda la vida en ello y estoy seguro de que con este nuevo psicólogo aprenderé cosas de gran utilidad como ha sido con todos los anteriores.
Además, padezco disfunción eréctil. Algo que realmente no supone un problema grave puesto que llevo prácticamente dos décadas sin tener encuentros carnales. Es algo que me pesa, pues siempre he deseado tener una compañera, pero bueno, una frustración más de la que sacar partido.
Creo que las clases políticas y los poderosos de todo el mundo nos muestran cada día su incapacidad de aceptar la frustración, aceptar la diversidad y de encontrar soluciones para todas las personas desde la moderación.
Me doy cuenta de que la sociedad en general y sobre todo lo más privilegiados carecen de la capacidad de aceptar y capitalizar sus frustraciones. Las clases políticas y los poderosos por todo el mundo nos muestran cada día su incapacidad de aceptar la frustración, aceptar la diversidad y encontrar soluciones para todas las personas.
He tenido el privilegio de tratar con muchas personas de diferente talante y condición a lo largo de mi vida. De todas ellas creo haber aprendido alguna cosa y por ello, con todas ellas, me siento agradecido. Con la experiencia de mis cincuenta y cuatro años de vida y el aprendizaje obtenido de muchas y muy diferentes personas, me doy cuenta de que quien se siente de menos, se consuela haciendo de menos a los demás, habitualmente de más. Mientras que los más preparados suelen ser personas humildes, dulces y comprensivos con todo el mundo. Creo que las personas de altura incomodan porque provocan que cada quien, se sienta cuestionado o cuestionada. Sin embargo, los idiotas y las idiotas actúan como si fueran los exclusivos poseedores de la verdad con derecho a imponerse, aunque sea por la fuerza.
La enfermedad me ha enseñado muchas cosas. Se ha convertido en un verdadero campo de aprendizaje, de crecimiento y vivirlo así conlleva haber alcanzado cotas de felicidad que en el pasado para mí hubieran resultado inimaginables. Con una discapacidad del treinta y nueve por ciento y movilidad reducida he ido aprendiendo a quitarme de en medio, a procurar no ser un estorbo para los demás. Con ello voy aprendiendo el enorme valor de saber callar cuando he de callar, así como de la importancia de hablar con claridad cuando toca hacerlo.
Creo sinceramente que las clases políticas y dirigentes de la sociedad son un espejo de la sociedad en general. Considero que los defectos y las taras que vemos en ellos son los que se producen en nosotros mismos y que la única manera de solucionarlo es que cada quien trabaje sobre sí mismo. Un trabajo íntimo y personal para corregirse, a mejorar y condicionar con ello a las clases dirigentes y políticas.
Al igual que considero que una verdadera terapia se la hace cada quien a sí mismo, aunque para ello sea conveniente contar con ayuda y guía, considero de igual modo que es únicamente este trabajo el que puede condicionar que las cosas sean diferentes en el mundo. No soy quién para juzgar a nadie, únicamente quiero compartir mi visión más íntima y el aprendizaje de mi vida en momentos que considero que son cruciales para el devenir de la vida en el planeta.
Quisiera aportar mi granito de arena en el intento de discernir con justicia para condicionar que se atiendan las verdaderas prioridades como son la emergencia climática, una desigualdad disparada y el surgimiento por todo el mundo de iniciativas nacionalistas radicales que considero planteamientos obtusos en un mundo que reclama moderación, generosidad y discernimiento.
