Por Javier Ortiz Amuriza
Mayo de 2024
Conexión, química, diálogo y entendimiento. Frustración, aprendizaje cariño y amistad.
A lo largo de los artículos que vengo publicando, he venido haciendo referencia a distintos aspectos tanto profesionales como sociales y he tratado de concluir, de cerrar el círculo, hablando sobre mí mismo. He tratado aspectos de mi salud personal, así como de mis propias experiencias en ámbitos tan diversos como son el profesional y el más estrictamente personal. He mencionado que siempre fui hombre de una sola mujer y que siempre fui fiel a todas las mujeres que han pasado por mi vida.
Hoy en día siento que soy tan solo un pobre hombre confinado en un cuerpo asediado por la esclerosis múltiple, con movilidad reducida y otras dolencias, pero nunca he dejado de ser un hombre feliz, una persona dichosa que se siente afortunada.
Durante los casi veinte años que han pasado desde que la enfermedad se hizo presente en mí tan solo he tenido un encuentro carnal con una antigua novia de la Universidad durante el cual, aunque disfruté como un adolescente, ni siquiera pude consumar.
También he hablado de que mi ilusión desde pequeño, probablemente por ser hijo menor de una familia numerosa, era ser cabeza de una familia numerosa y he explicado que la vida me lo ha otorgado, aunque de un modo diferente a como yo lo hubiera imaginado. Aunque me siento dichoso por ello he de reconocer que me falta la figura de una compañera. Una mujer con la que poder compartir mis deseos e inquietudes y con la que poder establecer una comunicación profunda que incluya también la carnal.
Nunca fui un hombre promiscuo y aunque durante mi juventud nunca me faltaron opciones siempre he pensado que nunca busque el amor, sino que fue este el que me encontró. Tras muchos años sin prestar atención a este aspecto de mi vida, primero por tener mi atención puesta en la crianza de mi hija y después por no tener energía para ello y tener toda mi energía centrada en la vida cotidiana, hace algunos años que el pensamiento de una compañera se hace más fuerte en mí, quizás por llevar tiempo sin medicación la libido haya tomado su espacio.
El caso es que en estos últimos años me he fijado en dos mujeres con las que me une amistad y a quienes he expresado de manera asertiva mi atracción. De entre ellas destaca una que es de la que quisiera hablar en este artículo con el reto de preservar su intimidad y hablar solo de mí.
La conocía a través de una íntima amiga mía quien me habló de ella como opción para los masajes que forman parte desde hace años en mis distintas actividades de rehabilitación. La primera vez que la vi me quedé impactado. Es una mujer preciosa, imponente. Esto ocurrió en un momento en el que yo estaba especialmente débil y ella resultó para mí alguien inalcanzable.
Una mujer preciosa, fuerte y capaz que está sabiendo ir a por sus sueños de un modo muy valiente. Durante las sesiones de masaje que se convirtieron en habituales me di cuenta de que existía una conexión brutal entre nosotros. Nos gustaba hablar y compartir las inquietudes propias interesándonos por la opinión del uno y de la otra.
Ella es una mujer de gran inquietud que desde hace mucho tiempo realiza un trabajo personal con el objeto de crecer, procurar su crecimiento personal. Un aspecto que me atrajo muchísimo desde el principio puesto que yo llevo toda la vida en el mismo intento. Ella a menudo me pide opinión sobre los aspectos que va descubriendo sobre sí misma con la ayuda de psicólogos y terapeutas. Yo siempre le digo que yo no soy quién para opinar al respecto pero que lo que puedo hacer es hablarle de mi experiencia personal. En mi caso vienen siendo muchos años de trabajo personal con psicólogos y terapeutas enriquecido, diría yo, por las enseñanzas que acompañan a una enfermedad complicada como la que padezco.
Aunque yo no acababa de creérmelo, me fui dando cuenta de la enorme conexión que había entre los dos hasta que un día me sorprendió besándome. Fueron pocos besos furtivos en los que pude darme cuenta de que la conexión se daba también en lo carnal. Con el paso del tiempo ella se mostró reticente a seguir alimentando una relación carnal entre nosotros. Yo tras una breve insistencia inicial opté por aceptar su decisión y su postura. Sin perjuicio de lo anterior continuamos viéndonos en las sesiones de masaje y compartiendo como desde el principio inquietudes y vivencias. Fui dándome cuenta de que ella anhelaba una pareja estable pero no conmigo. Algo que puedo comprender pues se trata de una mujer sana y activa para quien yo puedo parecer un hombre dependiente. Aunque es una visión que puedo comprender, no la comparto pues a pesar de los condicionamientos que me impone la enfermedad me siento un hombre capaz de vivir una vida plena y así lo hago o de hecho, insisto, soy un hombre feliz que se siente afortunado. Sin embargo, es perfectamente comprensible que ella lo viva de otro modo máxime cuando en sus circunstancias personales ella acarrea responsabilidades importantes que le acompañaran toda su vida.
Cuanto más la conozco más me gusta. No es perfecta, pero sin duda alguna sus virtudes pesan mucho más que sus defectos y mi relación con ella da color y alegría a mi vida. En mi intento sincero de aceptar su postura, conservar su amistad y a sabiendas de su anhelo de encontrar un compañero el día que me dijo que se había echado novio, me alegré sinceramente por ella. Con posterioridad ella compartía conmigo sus alegrías y dificultades en su nueva relación y yo trataba de darle una visión ecuánime en los distintos dilemas que ella me planteaba. Me alegré sinceramente por ella, le quiero y le deseo lo mejor con o sin mí.
Sin perjuicio de lo anterior quisiera ser sincero y yo deseo una relación de pareja con ella. Posiblemente, como decíamos en mis años de juventud, he traspasado una línea que pudiera ser determinante, me he convertido en su amigo sincero. Durante mis años de internado se decía que las chicas se hacían amigas de unos y se liaban con otros y en muchas ocasiones así ocurría. Probablemente yo ya haya traspasado esa línea y aunque me pese la acepto. La frustración es desde hace muchos años una constante en mi vida puesto que vivo en un cuerpo que no solo no me obedece, sino que me traiciona sistemáticamente. Mi mente puede y quiere hacer cosas en las que mi cuerpo no es capaz de seguirle y esto me provoca continuas frustraciones. Sin embargo, voy a aprendiendo a aceptar estas frustraciones y a profundizar en ellas con el ánimo de conquistar nuevas cotas de felicidad.
Acepto las frustraciones que acompañan a la condición de mi salud, acepto las frustraciones que acompañan a la enorme dificultad que hay para que otros comprendan lo que siento y acepto la frustración de tener que aguantar que todo el mundo me diga como he de vivir para llevar mi enfermedad cuando nadie tiene ni la más mínima idea. Y no la tienen porque no es posible que la tengan, ni siquiera con otros enfermos de esclerosis múltiple podemos comprender lo que padecen unos u otros pues la enfermedad se manifiesta de modo muy distinto en cada caso. A quien quiere ayudarme trato de decirles cariñosamente que no se obsesionen en buscar maneras de hacerlo y que se limiten a preguntarme como pueden hacerlo. Son muchos años los que llevo ya afrontando el reto de encontrar formas de vivir una vida plena con las limitaciones de un cuerpo, digamos, caprichoso.
Así que, cariño, aunque mi más íntimo deseo es tener una relación de pareja contigo acepto no ser correspondido y escojo ser tu amigo sincero y acompañarte hasta allá donde tú me quieras llevar.
