/Javier Ortiz Amuriza

55. Autoengaño, egoísmo ciego y abuso normalizado.

Huir sin mirar atrás, tapar y olvidar sin aprender. Quizás se aproxima el final y ¿no vamos a reaccionar?, ¿no hay posibilidad de redención?, ¿por qué no buscar y pedir ayuda?, ¿de verdad es imposible la autocorrección, la fraternidad y la compasión? Por una auténtica comunicación.

Una nueva ocasión en la que, como en artículos anteriores, quiero compartir la manera en que siento de qué modo el sistema actual se desmorona. Aunque insisto en las mismas ideas, lo hago perplejo, al darme cuenta de que preferimos olvidar, ocultar y criticar antes que aprender del pasado para construir un futuro y corregirnos.

Un sistema que fomenta lo peor de la sociedad, obviando y ninguneando a las personas que se desmarcan de la tendencia más generalizada y que, a pesar de ser mayoría, quedan relegadas a un espacio de invisibilidad tapadas y ocultas por el mismo.

Siento que el autoengaño de los actores principales, de los que ostentar el poder y actúan de guías, condiciona a una sociedad bloqueada, traumatizada por el sentimiento de incapacidad, de creer que es imposible funcionar siendo fieles a su verdadera forma de sentir, a lo que realmente querrían si se quitaran de en medio y se centraran en corregirse.

Pienso que, en la mayoría de los casos, nuestras guías, nuestras referencias, la parte más visible de la sociedad, adolece de un egoísmo ciego y una inconsciencia que condiciona el devenir del mundo. Con la atención puesta en su ganancia más inmediata pasando por encima de todos y de todo sin siquiera darse cuenta, sin percatarse de ello.

El abuso se normaliza en todos los ámbitos. Abuso en lo económico, en lo político, en lo medioambiental y en lo personal, simplemente porque puedo.

Pienso que acontecimientos como la actual pandemia y demás crisis climáticas ponen de manifiesto que es así hasta en el reparto de vacunas, que en circunstancias como las actuales son un derecho fundamental. Parece que nos encontramos en una huida a ciegas hacia adelante, que niega la realidad y condena la esperanza y la posibilidad de una cordura incondicional en todo y para todas las personas.

El planeta pide auxilio, lo hace con las diversas crisis naturales que acaecen, poniendo sistemáticamente en evidencia la forma en que vivimos, la manera en que compartimos y gestionamos los recursos. La realidad actual pone en entredicho la capacidad de reacción de nuestros líderes y lideresas que actúan sin compasión hacia todas las personas y el planeta.

En lo social, la desigualdad se dispara, en lo medioambiental, el final se aproxima previsiblemente de forma inexorable y en lo personal la enajenación mental, la locura más burda y sin sentido asumen el protagonismo.

Personalmente he padecido diversas situaciones a lo largo de mi vida, en lo familiar, en el amor de pareja, en lo económico, en lo profesional e incluso en lo que a mi salud se refiere.

Transgresiones por doquier y sin embargo considero que soy un privilegiado a la vista de cómo están la mayoría de las personas en el mundo de hoy. Abusos, en unos casos desde la mejor intención y la generosidad veladas por un analfabetismo emocional del todo comprensible, aunque no justificable. En otros desde el egoísmo ciego del todo reprochable y flagrantemente negado. En otros, también, por un autoengaño incomprensible según el caso y en todos por una ausencia de compromiso y determinación en conocerse, verse y cambiar, a pesar incluso de contar con los medios y con la ayuda necesaria para ello, en ocasiones. En una huida ciega, de nuevo, que va dejando “cadáveres por el camino” condenando a los otros y otras a padecer la tibieza personal propia.

Personalmente llevo media vida intentando ser algo diferente, intentando desmarcarme de la tendencia general al acomodo y esforzándome con disciplina y tesón. Lo hago a pesar de mí mismo, reincidiendo en las mismas equivocaciones, padeciendo a unos, a otros y a mí mismo. Sin embargo, me niego a rendirme, me niego a callar, a esconderme y a hundirme en el sofá. Quiero creer y acepto mi dolor, pero voy a seguir intentando corregirme y mejorar por mí, por mi hija y por todas las personas a mi alrededor.

Un intento de alimentar la esperanza en que podemos cambiar, de que podemos mejorar. Un intento, quizás agónico en cultivar las posibilidades de redención y perdón a mí mismo aceptando las limitaciones de unas y otras personas. Aceptando mis propias limitaciones, conseguir ayuda y tratar de perdonar y perdonarme.

Sinceramente creo que esto mismo le sucede al sistema actual, a la sociedad en general y quiero pensar que aún hay esperanza.

Recientemente he visto una serie de TV en streming muy ilustrativa de lo que pretendo significar, de lo que quiero decir y que recomiendo: “LA ASISTENTA”, “MAID” en inglés. Un ejemplo de dolor, esfuerzo, amor y esperanza.

Ágora

UN ESPACIO PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO

¿Quién es Javier Ortiz?

Últimos Artículos

Art. 96. Oportunidad digital en la arquitectura organizacional de empresas e instituciones como agentes sociales responsables con la promoción de una fundación privada de interés general
Art. 95. Hermandad, responsabilidad, madurez y parlamentarismo activo, !Por el amor de Dios!
Art. 94. Un paso atrás para tomar impulso. Sanar a la sociedad sanándose cada quien a sí mismo.
Art. 93. Un paso atrás para tomar impulso. Por una auténtica hermandad.
Art. 92. Una familia, cada vez, más numerosa.
Art. 91. Colapso.